¡Hágase la luz!

Una de las experiencias más fascinantes que nuestra civilización tecnológica ha dejado atrás es la sensación de oscuridad. Cuando la humanidad vivía alrededor de un fuego, la sensación de abandono, de temor a lo que se mueve en la oscuridad, se encontraba en la parte más profunda de la cultura. Con la llegada del alumbrado de gas y, sobretodo, con el alumbrado eléctrico, los humanos perdimos el significado de la oscuridad. Sólo en contadas ocasiones nos damos cuenta del sentido del crepúsculo, del final del día.

El principal artífice de esta muerte fue el genial Thomas Alva Edison, un hombre colérico, ávido de dinero, dado a robar ideas y lamentable padre y marido. El alumbrado de gas no proporcionaba luz suficiente para acabar con la oscuridad y el peligro de incendios y explosiones siempre estaba presente. Los científicos sabían que al circular corriente eléctrica por un hilo conductor éste se calentaba. ¿Podría llevarse hasta la incandescencia y hacerlo brillar? Durante los primeros 65 años del siglo XIX una treintena de inventores lo intentaron y fracasaron. La teoría era sencilla y elemental pero las dificultades prácticas parecían insuperables.

En 1878 Thomas Alva Edison tenía 31 años y estaba considerado como el mayor y más genial inventor de la época moderna. Cuando ese año anunció al mundo su intención de resolver el problema el mundo entero se alegró. Todos estaba convencidos de que Edison podía inventar cualquier cosa. Tanta fe tenían en él que las acciones de las empresas de alumbrado de gas bajaron en las bolsas de Nueva York y Londres.

No hay duda de que Edison era un genio, aunque el genio, como él decía, es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Inventar exigía trabajar duro y firme. La invención de la bombilla eléctrica exigió mucho a Edison: había subestimado las dificultades.

Durante un tiempo parecía que iba a fracasar. Empeñado en utilizar hilos de platino, le costó un año y 50.000 dólares darse cuenta de su error. Cientos de experimentos después encontró un hilo que se ponía incandescente sin fundirse ni romperse. Paradójicamente no se trataba de ningún metal, sino de un frágil filamento de algodón quemado, o lo que es lo mismo, un fino hilo de carbono.

El 21 de octubre de 1879 montó uno de esos filamentos en una bombilla y lució ininterrumpidamente durante 40 horas. El júbilo en Menlo Park, el pequeño pueblecito californiano donde Edison había montado su ‘fábrica de inventos’, era indescriptible. El día de Nochevieja Edison soltó la traca final: la última noche del año de 1879, Main Street de Menlo Park se iluminó con corriente eléctrica.

Periodistas de todo el mundo se unieron a los habitantes de ese pueblecito y cantaron maravillas del más grande inventor de toda la historia.

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Gure dice:

    Es sabida la gran cantidad de inventos de Edison, pero en algun lugar leí que plagió algunas ideas de otros inventores. Podrían darme algunos ejemplos?He buscado en bibliografía, pero parece que no se habla del tema en profundidad.

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  2. josepardina dice:

    MAS: creo que Menlo Park, en California, no tiene nada que ver con Menlo Park, de New Jersey (hoy rebautizada Edison), donde el genial cabreado realizaba su trabajo…

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  3. masabadell dice:

    Cierto es Jose. Un pequeño/gran despiste el mío…

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  4. sonicando dice:

    Curioso el artículo, me encantan éstas anécdotas de inventos.

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  5. Arsenio dice:

    Me encantan estos artículos. No conocía la página, enhorabuena.

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