Albert Fert, hace 10 años

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En 1998 entrevisté para el suplemento de ciencia de Heraldo de Aragón al hoy premio Nobel de Física Albert Fert, en una de sus numerosas visitas a la Universidad de Zaragoza. Este artículo fue el resultado.

Albert Fert es un experto en nanoestructuras magnéticas, un campo de la física que nació a mediados de los años ochenta. En pocas palabras podemos definirlo como el estudio de las propiedades magnéticas de estructuras muy, pero que muy pequeñas. Se trata de un campo de un intenso esfuerzo tecnológico y científico por parte de universidades y empresas. La razón es bien sencilla y tiene que ver con dos palabras clave de nuestra civilización: información y miniaturización.

Cada vez manejamos mayor cantidad de información y exigimos que, como dice el castizo adagio, el saber no ocupe lugar. Como esto es imposible, pretendemos que llene el menor espacio posible. Mal que nos pese, hoy la mayor cantidad de información se encuentra almacenada en los ordenadores y mucho han cambiado las cosas desde que en la Filadelfia de 1946 se construyó el primer ordenador del mundo. Se llamaba ENIAC, costó 800.000 dólares, medía más de tres metros de largo y consumía 174.000 vatios de potencia: decían que cada vez que se enchufaba las luces de Filadelfia parpadeaban unos instantes.

Hoy, cualquier ordenador personal se encuentra a años-luz de distancia de ese monstruo de válvulas y relés. Esta imparable miniaturización de las máquinas ha obligado a reducir también el espacio necesario para guardar la información que procesan, y hemos pasado de las cartulinas perforadas a los disquetes, que no son más que soportes donde la información se guarda gracias a las propiedades magnéticas de los materiales con los que están hechos. Por eso resulta tan importante conocer la respuesta de diferentes a los campos magnéticos de diferentes materiales cuando se toman porciones muy pequeñas, del orden de los nanometros.

“La electrónica de los semicondutores -comenta Fert- tiene el serio handicap del tamaño, tiene un límite por debajo del cual no puede pasar. Pero si trabajamos con metales, que tienen muchísimos electrones, podemos ir haciendo nuestros dispositivos cada vez más pequeños”. El campo donde Fert es hoy en día uno de los mayores expertos comenzó hace algo más de diez años, cuando se descubrió que al hacer pasar una corriente eléctrica constante a través de una especie de sandwich metálico, compuesto por dos láminas de hierro separadas por otra de cromo, cambiaba el valor de su resistencia al aplicar un campo magnético. La magnitud del cambio no era muy grande pero dos años después Fert consiguió que ésta cambiara un 50% en un sandwich de 40 finísimas capas de hierro y cromo. Uno puede imaginarse que estas capas, aunque finas, tienen un tamaño apreciable. Nada de eso. El grosor típico es de decenas de Angström, lo que significa que es más de mil millones de veces más fina que la pata de un mosquito. Este descubrimiento dio paso a lo que se conoce como magnetorresistencia gigante, algo de nombre misterioso pero tras la cual las grandes compañías de ordenadores están invirtiendo una gran cantidad de dinero y esfuerzo. “Estas investigaciones no sólo nos sirven para conocer el funcionamiento básico de las propiedades electrónicas de la materia y preparar mejores imanes o estructuras magnéticas necesarias en la industria, sino sobretodo para el almacenaje de información”. El desarrollo de nanoestructuras magnéticas representan un reto tanto a nivel de la física teórica como de las aplicaciones tecnológicas. Ejemplos de estas últimas son el almacenamiento magnético de información, ya sea en discos duros, en medios magnetoópticos o en cintas magnéticas y los sensores magnéticos. Las consecuencias de estas investigaciones se extienden más allá incluso de la física propiamente dicha. La comprensión de las características y propiedades magnéticas a nivel microscópico también tendrán mucho que decir en lo tocante a la biofísica.

Albert Fert es profesor de la universidad de Paris-Sud, miembro de la unidad Mista de Física del CNRS-Thomson y uno de los mayores expertos mundiales en micromagnetismo. Estuvo en Zaragoza como conferenciante invitado en el Congreso sobre Magnetismo celebrado el mes pasado y que reunió a cientos de especialistas de todo el mundo. «El mundo de la ciencia es curioso. Empiezas preocupándote acerca de algo muy particular y de pronto te encuentras aplicando lo que has descubierto a más y más campos. Es realmente excitante». Su trabajo sobre nanoestructuras magnéticas unifica lo que significa la investigación básica y la aplicación tecnológica: «Las ideas revolucionarias vienen de la investigación, pero es obligado aplicar esos conocimientos para cerrar el círculo; se necesita una conexión entre el papel y el destornillador». Apasionado por su trabajo, se decidió por la física porque en el colegio era bueno en ella y en matemáticas, «y me encanta descubrir el funcionamiento del mundo en el que vivo».
Por desgracia, cosas como nanomagnetismo o válvulas de espín no son conceptos fáciles para la gente de la calle. «Reconozco que resulta difícil hacer llegar a la gente mi trabajo. La única manera de hacer comprender su necesidad y, quizá, su importancia -y por extensión todo lo relacionado con el magnetismo- es a través de sus aplicaciones prácticas». Fert ve como algo importante el hacer partícipe a la sociedad de los logros científicos, algo que poco a poco se va imponiendo: «La mentalidad del científico ha cambiado de los años 60 y principios de los 80 hasta ahora. Entonces eran demasiado orgullosos; hoy somos mucho más modestos».

Un comentario Agrega el tuyo

  1. jhoel dice:

    no entiendo la tarea era sobre albert pert no sobre ese señor

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