Pintarse las uñas

En mi opinión, pintarse las uñas es uno de los momentos más hipnotizadores dentro del largo ritual que sigue una mujer hasta que considera que se ha puesto guapa. En realidad a veces no queda muy convencida del resultado por algún motivo que a muchos de nosotros, hombres, se nos escapa. En ocasiones pienso que el sexo femenino posee un umbral de detección de imperfecciones muy por debajo del nuestro, lo que me hace pensar que si, por un lado, nosotros somos incapaces de detectarlas y, por el otro, ellas se ponen nerviosas al descubrirlas, es que hay algún motivo oculto. Y ese motivo no es otro que las posibles críticas que pueden despertar entre sus amigas y conocidas. Si no, para mí es incomprensible el repaso que en fiestas, celebraciones y otros saraos se dedican las mujeres entre sí. Vamos, que si se ponen guapas es, primero para sus congéneres, y después para nosotros.

Pero bueno, voy a dejar de hacer psicología barata y vayamos con lo de pintarse las uñas, algo tan antiguo como la civilización. Hace 5.000 años, en Egipto, era común pintarse uñas y dedos con un tinte natural extraído de las hojas de alheña. Pero fueron los chinos quienes inventaron la pintura de uñas tal y como la entendemos hoy.

Hacia el tercer milenio antes de Nuestra Era los chinos combinaban goma arábiga, clara de huevo, gelatina y cera de abejas para preparar barnices, esmaltes y lacas. Ahora bien, el color de las uñas no estaba relacionado directamente con la belleza femenina, sino que más bien reflejaba el rango social. Según un manuscrito de tiempos de la dinastía Ming -en el siglo XV- los colores reales eran el negro y el rojo, mientras que para la dinastía Chou, del 600 a. C., eran el dorado y el plateado.

Entre los egipcios el color de las uñas también iba acorde al cargo ocupado. La reina Nefertiti las uñas de las manos y lo pies de color rojo rubí y la famosa Cleopatra prefería el rojo oscuro del óxido. Las mujeres de rango inferior sólo podían pintarse con tonalidades más pálidas… al igual que los hombres, que también se pintaban.

Para que nos demos cuenta de cómo cambian las cosas, los jefes militares egipcios y babilonios se pasaban hora y horas para que les rizaran los cabellos y les pintaran las uñas del mismo tono que los labios.

¿Pueden imaginarse hoy día a los altos jefes militares del ejército español apareciendo el día de las Fuerzas Armadas con las uñas pintadas?