Roma, año 1500

Un peregrino que hubiera llegado a Roma en el año del jubileo de 1500 se habría sorprendido por el aspecto de la ciudad. En lugar de encontrarse con una ciudad de calles estrechas y casas de piedra rodeadas por una poderosa muralla descubriría campos de labranza, viñedos, jardines, pantanos y charcas. Las casas, de madera, con escaleras exteriores y balcones, se encuentran en el interior de los restos de una muralla que hasta un niño puede brincar por encima. Es lo que queda de la imponente pared hecha construir tiempo atrás por Aureliano para proteger a una ciudad de un millón de habitantes.

En 1500 Roma sólo tiene 40.000, menos que Florencia, Venecia o Nápoles. El ganado pasta a sus anchas entre las cuatro columnas del Foro que aún permanecen en pie. Los acueductos han sido tan asolados por los diferentes invasores que han cruzado sus puertas que hasta se ha perdido el motivo por el cual fueron construidos. A un peregrino, pañero de la ciudad de Douai, le contaron que se habían usado para traer aceite, vino y agua de Nápoles.

Esta ciudad entre los campos no ofrece ninguna seña de identidad clara: ninguna catedral, ayuntamiento o palacio. San Pedro no es más que una iglesia como cualquiera de las otras 280 que el peregrino puede visitar. Sus exteriores, pobres y algunas casi desmoronadas, no hace intuir los hermosos mosaicos que alberga su interior. Siete de ellas, las iglesias estacionales, son de obligada visita para el peregrino que pretende obtener la indulgencia plena. Según Dom Edme, el abad de Clairvaux, la visita cuesta 8 horas, andando por caminos penosos y a veces cruzando pantanos donde las mulas se hunden hasta sus rabos.

Roma no produce nada. No tiene industria, ni exporta materias primas. Su negocio son los peregrinos. La ciudad donde dice la tradición que San Pedro fue crucificado y San Pablo decapitado recibe del orden de 50.000 peregrinos al año. Según un censo de 1527 Roma tenía 236 posadas, casas de huéspedes y tabernas, una por cada 288 habitantes. Algo enorme si lo comparamos con Florencia, que tenía una por cada 1488 habitantes.

Las mejores, el Oso, el Sol, el Barco, la Corona, el Camello y el Ángel, se encuentran cerca del Panteón y sus propietarios mandan chicos a las puertas de la ciudad en busca de clientes. La temporada alta es en Cuaresma y para ganar la indulgencia plenaria los italianos deben pasar 15 días en Roma; quienes llegan de otras partes de Europa sólo necesitan estar 8.

Como en nuestras vacaciones, los peregrinos viven a todo tren: el gasto de carne es elevado y los turistas de entonces, como los de ahora, compran guías y recuerdos. Lo que no ha perdido con el paso de los siglos es su espíritu cosmopolita. Los romanos nacidos en Roma sólo son el 16% del total. Un 20% se reparte entre españoles y alemanes y el resto son emigrantes llegados de diferentes puntos de la península italiana.

A pesar de todo, y como dice Astérix, Roma sigue siendo la ciudad más prodigiosa del universo.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. martincx dice:

    Reblogueó esto en El Blog de Martíny comentado:
    Todos los caminos llevan a Roma… hoy queda claro con esta entrada el posible origen de esa frase.
    Muy Interesante conocer un poco más de la historia de esa hermosa ciudad.

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