¿Qué es el calor?

Desde la noche de los tiempos los humanos nos hemos estado preguntando acerca del significado del calor y aún hoy en día muchos de nosotros nos sentimos incapaces de definirlo. Quizás veamos más fácil hacerlo si imaginamos la materia compuesta por innumerables y pequeñísimas pelotitas: los átomos. Entonces el calor no es otra cosa que el reflejo en el mundo que conocemos de los rapidísimos e imperceptibles movimientos atómicos. De hecho, cuanto más rápidos se mueven los átomos de un gas, mayor es la temperatura que podemos medir.

Esta interpretación del calor en términos de la constitución atómica de la materia viene desde tiempos del griego Demócrito. Pero el primer planteamiento razonablemente serio se lo debemos al inglés John James Waterson. En 1845 presentó un trabajo en la presitigiosa sociedad científica Royal Society, donde demostraba que la presión de un gas sobre las paredes de un recipiente se podía explicar en función de los choques de las moléculas del gas contra ellas. El trabajo fue rechazado y archivado porque para sus colegas de la Sociedad les era difícil creer que los átomos se pudieran mover libremente por el interior del recipiente, de pared a pared, y que las propiedades de los gases se redujeran a simple mecánica.

Waterson también actuó con poca previsión al olvidar mencionar que el gran Daniel Bernoulli había escrito algo parecido en su clásico tratado de 1738 Hidrodinámica. Quizá si lo hubiera mencionado sus colegas de la Royal Society se lo hubieran pensado un poco más antes de rechazarlo.

Pero las desgracias nunca llegan solas. Lo mismo sucedió con su ponencia ante la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia en su reunión anual de 1851. En ella dijo que dos gases tienen la misma presión y temperatura cuando tienen el mismo número de átomos por unidad de volumen y cuando la energía asociada al movimiento de los átomos, o sea, la energía cinética de cada átomo, es la misma.

Aunque ahora sabemos que esta sugerencia era esencialmente correcta, acababa de comparar dos magnitudes que, al parecer de sus honorables colegas, eran imposibles de comparar: la energía asociada al movimiento de las partículas con la temperatura del gas. De este modo daba respuesta a una incógnita planteada desde hacía 2.000 años: ¿qué es la temperatura?

Su trabajo durmió el sueño de los justos hasta que en 1892 John William Strutt, tercer barón Rayleigh, lo descubrió en los archivos y lo publicó en la revista de la Real Sociedad. Pero Waterson ya no estaba para verlo. Este ingeniero que marchó a la India en 1839 contratado por la Compañía de las Indias Orientales y que regresó a su natal Edimburgo en 1857 para dedicarse en cuerpo y alma a la ciencia del calor, desapareció sin dejar rastro el 18 de junio de 1883. Nunca más volvió a aparecer.

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