El extraño sabor de los quarks

El lunes 11 de noviembre de 1974, un emocionado Richard Feynman hablaba con su colega Harald Fritzsch en los pasillos del departamento de física teórica del Instituto Tecnológico de California.

Unos 800 kilómetros al norte, en el acelerador lineal de Stanford, el SLAC, un grupo dirigido por Burton Richter -cuyo hermano, Charles, es geólogo y autor de la famosa escala de la intensidad de los terremotos que lleva su nombre- había descubierto una partícula nueva. Pero lo maravilloso no era eso. De hecho, ya poco tenía de emocionante descubrir nuevas partículas.

Atrás habían quedado las 41 partículas descritas en la revista Review of Modern Physics por el finlandés Matt Ross en 1963. Ese primer catálogo tenía cinco páginas. La versión publicada en 1976 ocupaba toda la revista: 245 páginas más un suplemento de 30.

La emoción del genial Feynman estaba motivada porque la nueva partícula, detectada también en Laboratorio Nacional de Brookhaven por el equipo de Samuel C. C. Ting, tenía unas propiedades muy poco comunes. Tenía una masa enorme, casi 33 veces la masa del protón, y por tanto debía desintegrarse con rapidez. Sin embargo, vivía unas mil veces más de lo esperado.

Richter bautizó a esta partícula, siguiendo la tradición de utilizar letras griegas, con el nombre de ψ y Ting la llamó J (curiosamente, existe un notable parecido entre esta letra y el carácter chino que significa Ting). Al no estar muy claro quién fue el padre, la recién nacida partícula se llamó ψ/J. Tan memorable acontecimiento puso a todos los físicos de partículas a discutir la interpretación más probable para ella: el encanto. Porque era el cuarto quark que faltaba, la media naranja del quark extraño y que, igualmente, las partículas que lo contienen viven mucho más -millones de veces más- que quienes no lo tienen.

Resulta curioso que el desmelene de los físicos de partículas a la hora de poner nombre a las propiedades de las partículas, ya sea encanto, sabor o color, hiciera perder seriedad a sus peticiones de fondos para investigación. Hablar de hadrones, bariones o teorías gauge da la impresión de estar ocupado en una empresa importante. Por el contrario, usar palabras como extrañeza o encanto suena un tanto frívolo: ¿quién estaría dispuesto a dar dinero para estudiar el sabor de los quarks?

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Miniipimer dice:

    No es por nada, pero ¿qué tiene que ver «extraño» o «encanto» con el sabor?, me parece que os habéis colado en la traducción.

    Un saludo nenes.

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  2. Chem dice:

    Y como confunde a los periodistas y a la gente común, recuerdo el premio Nobel de física del año pasado, todos creían que se estudiaba el color en si y no características de partículas subatómicas.

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  3. masabadell dice:

    Miniipimer, más vale que te pases por aquí:
    http://es.wikipedia.org/wiki/Sabor_(f%C3%ADsica_de_part%C3%ADculas)
    Y comprobarás quién se ha colado

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  4. Sise dice:

    Pesao, pesao, pesao, pesao…

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  5. Savour, Flavour, Color son las formas de catalogar a los quarks.

    Hay mucho escrito acerca de la hornada de físicos de partículas de los años 50,60, etc… que en lugar de reservar «palabros» para los nuevos descubrimientos, utilizaron palabras sencillas y en los quarks (Murray Gell-Man explica cómo se llegó a esa palabra para la sub-partícula) se encuentran otros términos como up, bottom, etc… No a todos les parecieron adecuadas.

    Supongo que 40 años después, se ha demostrado que tenían razón. Hubiera sido mejor llamarles propiedad alpha, propiedad betta, etc… que color, sabor, etc… porque ahora hay mucho listo suelto que no es capaz de entenderlo.

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