¿Existe el libre albedrío?

Intente no pensar en un oso blanco. Inténtelo con ganas: no piense en un oso blanco. ¿A que no puede evitarlo? Este es el experimento al que sometió a sus alumnos Daniel Wegner, un profesor de psicología de Harvard. Después les pidió que hablaran durante cinco minutos sobre cualquier cosa que se les ocurriera. “Mencionaron un oso blanco enseguida”, comenta Wegner. “Si después les pedía que pensaran en cualquier cosa, mencionaban más veces a un oso blanco que a los que les dije que pensaran en él”. Un experimento tan sencillo como éste nos revela lo difícil que resulta cumplir con lo que consciente y libremente hemos escogido.

El libre albedrío, que viene a ser la relación entre nuestros pensamientos y nuestras acciones, es una posesión muy querida. E, irónicamente, es lo primero que intentamos sacudirnos de encima para exculparnos de ciertos actos, por supuesto negativos. También resulta curioso cómo ponemos el grito en el cielo por cualquier alusión a un determinismo biológico –no nos gusta que nos digan que parte de lo que somos se encuentre en los genes- pero aceptamos con agrado el determinismo ambiental que pulula por telediarios, consultas de psicoterapeutas y juzgados. Lo usamos como excusa de todo: nuestras malas acciones son causa de los malos tratos en la infancia, de la pornografía, del alcohol, las drogas, las letras de ciertas canciones…

La revista New Yorker publicaba hace unos años una viñeta donde una mujer decía ante un tribunal: “Es verdad, mi marido me pegaba por la infancia que tuvo; pero yo le maté por la que tuve yo”. En los juicios, los famosos atenuantes que alega la defensa son legión. En 2007 el abogado de Ricardo, un hombre que disparó dos cargadores sobre un conductor por atropellar levemente a su hija, adujo que padecía una «patología psicológica grave» desde pequeño, derivada de que presenció el atropello mortal de un hermano suyo. Este hecho, señalaba el abogado, había marcado su vida «y pudo influir en su actitud cuando vio a su hija tendida en el suelo». ¿Dónde queda aquí el libre albedrío?

El experimento del oso blanco de Wegner –que se ha repetido hasta con animales imposibles como un conejo verde- se engloba en lo que se conoce como supresión del pensamiento, dejar de tener en la mente ciertas ideas. Como técnica de control mental, puede crear obsesiones. Dicho de otro modo: si nos pasamos el día apartando de nuestra mente la idea de comida porque estamos a dieta, no dejaremos de pensar en ella. Es mucho peor que tenerla todo el día en la cabeza: “Puedes llegar a cansarte si piensas siempre en algo. Intentar no hacerlo es lo que lo mantiene en nuestra cabeza”, sentencia este físico metido a psicólogo que colecciona gafas con narices y mostacho de Groucho Marx. Nuestra libertad de acción con lo que sucede dentro de nuestro cerebro no es tan amplia como creemos. Y al parecer, tampoco la tenemos fuera.

En 1983 Benjamin Libet y sus colegas de la Universidad de California en San Francisco realizaron un peculiar ensayo. Los participantes debían observar un reloj cuya manecilla daba una vuelta completa cada 2,56 segundos. Mientras estaban atentos a la manecilla, eran libres de flexionar la muñeca en el momento que quisieran. Lo único que debían hacer era tomar nota mentalmente de la posición de la manecilla cuando decidían mover la mano. En otra variante del experimento, los sujetos debían estimar en qué momento habían movido realmente la mano. Por su parte, Libet medía con electrodos la actividad eléctrica en las áreas motoras del cerebro –lo que se llama el potencial de alerta- y en los músculos implicados en el movimiento de la muñeca. Dicho de otro modo: podía determinar cuándo el cerebro mandaba la señal a los músculos para actuar y cuándo éstos se ponían en marcha.

Libet encontró que, como era de esperar, el deseo de mover la mano aparecía antes de que el sujeto tuviera conciencia subjetiva de que había realizado el movimiento. Sin embargo, la sorpresa surgió cuando descubrió que la preparación nerviosa real para el movimiento, el potencial de alerta, aparecía entre 0,3 y 0,5 segundos antes de que el sujeto decidiera conscientemente que quería mover la mano. Según los psicólogos S. S. Obhi, de la Universidad de Ontario Occidental, y P. Haggard, del Colegio Universitario de Londres, especialistas en acción y percepción humanas, “el sentimiento de intención puede ser efecto de la actividad de preparación motora del cerebro y no una de sus causas”.

El experimento de Libet fue el primer impacto en la línea de flotación del libre albedrío. Los realizados desde entonces demuestran que el cerebro va por delante de nuestra intención consciente a la hora de realizar un movimiento; sale con ventaja antes de sentir que hemos decidido hacer algo. Aún más, los experimentos de Libet muestran que creer que estamos empezando a mover la mano empieza 86 milisegundos antes de que realmente suceda. Para este psicólogo el cerebro responde a los estímulos exteriores y la consciencia es la forma que tiene de racionalizar las acciones que ya ha decidido realizar. Esto no quiere decir que no ejerzamos ningún control sobre ellas: podemos modificar las que están en marcha. Así, Libet sustituye el libre albedrío por la libre censura: el cerebro propone y la mente dispone.

El problema no puede ser más interesante: Si no estamos al tanto de lo que hacemos cuando lo estamos haciendo ¿qué percibimos? Es más, ¿cómo surge la idea de que controlamos nuestras acciones? Para estudiarlo Wegner diseñó, junto a Emily Pronin de Princeton, un experimento vudú. Un voluntario realizaba la clásica maniobra de pinchar con agujas un muñeco mientras su ayudante, otro voluntario que secretamente estaba conchabado con los investigadores, o bien mostraba desagrado o apoyaba efusivamente la acción.

Como en todo vudú que se precie, al cabo de un rato la víctima empezaba a decir que sufría dolor de cabeza. A partir de este momento, en el caso en que el ayudante se mostraba en desacuerdo, el hechicero tendía a responsabilizarse del dolor de cabeza. Es un claro ejemplo de pensamiento mágico y supersticioso, como creer que por usar cierto bolígrafo se aprueba un examen. Estamos ante lo que se llama una ilusión de control. ¿Pasa lo mismo con el libre albedrío? Para Wegner la situación es clara. Percibimos dos situaciones, el pensamiento y la acción, y nuestro cerebro une los puntos independientemente de que exista una relación causa-efecto. El cerebro la asume y punto.

Otro descubrimiento llamativo es que nuestro cerebro percibe más próximos en el tiempo de lo que en realidad están el acto de volición consciente y la acción. Esto lo probó Patrick Haggard con un peculiar experimento. El voluntario debía pulsar con la mano izquierda un botón. Al hacerlo se disparaba una estimulación magnética transcraneana que le producía un tic en el índice de la mano derecha. Mirando un reloj el voluntario debía fijarse cuándo pulsaba el botón y cuándo sentía el tic. En otra tanda de experimentos la estimulación magnética la provocaba una palanca accionada por un motor que obligaba al voluntario a pulsar el botón de manera involuntaria.

Pues bien, el intervalo de tiempo transcurrido entre pulsar el botón y aparecer el tic era percibido de forma distinta en el caso de que la pulsación fuera voluntaria o involuntaria. Si creemos que hemos decidido nosotros, la causa y el efecto son percibidos como temporalmente más cercanos. ¿Será que el cerebro crea una intensa sensación de asociación temporal entre nuestros deseos y las acciones subsiguientes? ¿Querrá así afianzar la idea de nuestra responsabilidad consciente en esa acción?

Para Wegner el sentimiento del libre albedrío requiere, primero, ser consciente de que las intenciones preceden a las acciones; segundo, que las intenciones han de ser consistentes con las acciones y, tercero, no ha de haber otra causa perceptible de la acción. Para comprobar que estos tres requisitos bastan para provocar la ilusión de control en las personas Wegner diseño otro experimento peculiar. Dos sujetos debían desplazar el cursor sobre la imagen de uno de los objetos presentados en la pantalla del ordenador al oír el nombre correspondiente. Pero lo que uno de ellos no sabía es que era el otro quien movía su cursor. Pues bien, si la palabra relevante, por ejemplo pan, la escuchaba entre 1 y 5 segundos antes de moverse el cursor hacia la imagen, creía que él lo había movido. Pero si se la escuchaba 30 segundos antes o un segundo después, no existía esa falsa sensación de control. La moraleja es que el cerebro decide que es el causante de lo sucedido después de realizar una acción. No obstante, otros trabajos indican que para que surja esa sensación de control tanto las acciones como sus efectos deben coincidir con las intenciones del sujeto. Si no es así, la ilusión de control desaparece.

Todos estos resultados hacen pensar a muchos científicos que el libre albedrío no es más que un espejismo creado por el cerebro. Mark Hallett, del National Institute of Neurological Disorders and Stroke, dice: “El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora. La gente experimenta el libre albedrío. Creen que son libres. Pero cuanto más escudriñas, más te da cuenta de que no lo tenemos”. A los investigadores como Wegner no les interesa decidir si existe o no, sino por qué creemos que lo tenemos. Sus experimentos le indican que nuestro cerebro está programado para creer que si pensamos en algo, ese algo va a suceder; nos hace creer que controlamos nuestras acciones.

Para ilustrar este punto veamos qué sucedió cuando Wegner llevó al laboratorio un número clásico de los cómicos. Una persona, delante de un espejo, viste un traje, pero son los brazos de otra persona situada detrás los que pasan por las mangas. Lo curioso es que si lleva puestos unos cascos que le predicen un momento antes cómo se van a mover los brazos, aparece en el sujeto una sensación de control sobre ellos. El cerebro, automáticamente, asumía que controlaba esos brazos.

¿A qué conclusión nos llevan todos estos trabajos? Suponiendo que existiera el libre albedrío, no hay manera de distinguir cuándo nuestras acciones responden a nuestros deseos (por ejemplo, estirar la mano para coger una galleta) de aquellas en las que se trata de una ilusión. Si nuestro cerebro es incapaz de diferenciar ambas, ¿Cómo podemos estar seguros de que existe el libre albedrío? ¿Es siempre esta sensación de control una quimera? No lo sabemos. Wegner compara la elección consciente con un mago realizando su espectáculo. Aparentemente, los efectos que realiza el ilusionista son causados por el movimiento que percibimos de sus manos, pero no es así. Ahí algo más que no vemos y es la verdadera causa. Del mismo modo, la simple decisión consciente de hacer algo no tiene por qué ser la causa de que lo hagamos.

Tanto si es una ilusión como si no, la noción de libre albedrío es útil y adaptativa, esto es, da ventaja evolutiva. Lo necesitamos para vivir; el mundo no tendría sentido para nosotros si creyésemos que los comportamientos de los demás no estuviesen causados por ellos mismos. Diversos investigadores, como Elizabeth Spelke de Harvard, en experimentos con bebés con tan solo unos pocos meses, han demostrado que poseen diversas habilidades mentales, como estimar si hay muchos o pocos objetos en una imagen, o que tienen (o creen tener) algo parecido a una noción de libre albedrío.

Sin embargo no todo está perdido. En 2007 Bjorn Brembs, de la Universidad Libre de Berlín parece haber encontrado la tabla de salvación en una de las mejores amigas de los biólogos, la mosca de la fruta. Los animales, y particularmente los insectos, suelen compararse con robots que solo responden a estímulos externos. ¿Qué pasaría si no los tuvieran? Para explorarlo Brembs colocó la mosca en una habitación blanca, sin ningún tipo de pista visual.

En lugar de volar siguiendo un patrón totalmente aleatorio, como el ruido blanco de una radio no sintonizada, “el análisis de los datos descubrió una variabilidad en las elecciones de la mosca que revelaba una firme componente no-lineal, propia de los procesos biológicos”: el cerebro de la mosca iba generando espontáneamente un plan de vuelo predeterminado. “La decisión de torcer a la izquierda o la derecha de la mosca, que cambiaba todo el tiempo, provenía del cerebro”, dice. ¿Ha encontrado una base biológica para el libre albedrío? Brembs lo cree así. Para él es una función básica del cerebro. “No hemos demostrado que exista el libre albedrío, sino que puede existir”, sentencia George Sugihara, el matemático del The Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California en San Diego que analizó los datos. “Hemos eliminado las dos propuestas clásicas contra el libre albedrío: la aleatoriedad y el determinismo puro”. Esto no implica, por supuesto, que la simpática mosca tenga conciencia.

Otro golpe al anti-libre albedrío ha venido de la Facultad de Psicología de la Universidad de Queensland, Australia. Allí los trabajos desarrollados en 2007 por Derek Arnold sobre cómo enfermedades como el autismo, la esquizofrenia o la dislexia modifican la percepción del tiempo, ponen en duda una cuestión que subyace a los experimentos de Libet y compañía: la percepción subjetiva del paso del tiempo. Arnold ha descubierto que detectamos los grandes cambios más rápidamente que los pequeños. No sólo eso, también nos parece que tienen lugar antes que los cambios pequeños. “La magnitud del cambio tiene un mayor impacto en la percepción del tiempo transcurrido en una secuencia de hechos (timing) que en la capacidad para detectar ese cambio”, comenta Arnold. Dicho de otro modo, somos conscientes de que algo ha cambiado (por ejemplo, si hemos tenido un tic) cuando estamos seguros de ello, no cuando lo detectamos por primera vez.

¿Qué implica este descubrimiento sobre el libre albedrío? Los experimentos de Libet parten de una suposición básica: tenemos un acertado sentido del timing. Pero los experimentos de Arnold sugieren todo lo contrario. “Somos conservadores; nuestra valoración del timing refleja cuándo estamos seguros de la detección, no de cuándo lo detectamos por primera vez”. El retraso encontrado por Libet puede estar relacionado con este hecho: no nos fijamos en la hora del reloj cuando decidimos por primera vez mover la mano, sino cuando estamos convencidos de que lo hemos decidido. “Somos responsables de nuestras decisiones –dice Arnold-. Simplemente no estamos muy seguros de cuándo las hemos tomado”.

En dos experimentos recientes, los psicólogos Kathleen Vohs de la Universidad de Minnesota y Jonathan Schooler de la Universidad de Columbia Británica han puesto a prueba el efecto que tiene creer en el libro albedrío sobre nuestro comportamiento ético. Para ello, propusieron a varios estudiantes realizar un examen de matemáticas ante un ordenador, pero se les advertía que el programa no funcionaba del todo bien porque a veces las respuestas aparecían en la pantalla. Para evitar verlas debían presionar la barra de espaciado tan pronto como asomaran. En definitiva, se apelaba a la honradez de los estudiantes. Previo al examen se les habían dividido en dos grupos. A uno se les había entregado un texto donde se afirmaba que estaba científicamente demostrado que el libre albedrío era una ilusión, un efecto espurio de la química cerebral. A la otra mitad no se les dijo nada. ¿Qué grupo copió más en el examen? El primero. En un segundo ensayo los psicólogos dieron a sus estudiantes un test cognitivo muy difícil. Debían resolverlo sin ayuda y al final les cantaban las respuestas para que se autocorrigieran. Por cada acierto podían levantarse y coger un dólar de un sobre situado en el otro extremo de la habitación. Aquellos que creían en el libre albedrío fueron más reticentes a autorregalarse el dólar.

Ahora bien, para estos investigadores sus resultados no son generalizables ni explican nuestras formas de conducta éticas, mucho más importantes que el mero hecho de copiar en un examen. Sin embargo, muchos creen que si no existe el libre albedrío nos dedicaríamos a hacer lo que quisiéramos por obra y gracia del mantra “qué importa”. No tiene por qué ser así, del mismo modo que no creer en un ser superior deviene en una falta de moral absoluta. ¿No es más probable que dudar de la existencia del libre albedrío nos sirva para proporcionar una excusa ante los demás por haber hecho lo que nos dio la gana? Dice un viejo aforismo que el carácter es hacer aquello que debes hacer aún sabiendo que puedes hacer cualquier otra cosa. El problema fundamental se encuentra, como apunta el psicólogo Steven Pinker, en que acabamos confundiendo explicación con exculpación. ¿Saben que es lo más curioso? Sea el libre albedrío una ilusión o no lo sea, todo seguiría como hasta ahora.

(Publicado en Muy Interesante)

38 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Dani dice:

    Excelente artículo, Miguel Ángel. Desconocía totalmente los estudios que mencionas. Muy interesantes, de verdad.

    saludos

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  2. Gabriel Andrade dice:

    Ud. ha hecho una exposición estrictamente científica, no propiamente de la ausencia del libre albedrío, sino del determinismo. Pero, precisamente, muchos filósofos han opinado que puede haber determinismo A LA VEZ que conservamos el libre albedrío. A esta postura se le llama ‘compatibilismo’, y ha sido defendida por filósofos muy estimables, como Hobbes, Locke, Hume y más recientemente, Daniel Dennett. Todo depende, por supuesto, de lo que entendamos por «libre». Si lo entendemos como «pudo haberlo hecho de otra manera», entonces en ese caso, no somos libres. Pero, si entendemos «libre» como una acción producto de nuestra decisión sin la coerción de un agente foráneo, entonces sí podemos considerarnos libres. Así, al menos, lo han planteado los filósofos compatibilistas. Por supuesto, hay filósofos INCOMPATIBILISTAS, que probablemente sintonizarían con Ud. Pero, insisto, se trata de un tema debatido.

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    1. jesús dice:

      Gabriel: todo el mundo, que yo sepa, es «compatibilista» en el sentido de Hobbes (ellos hablan de «libertad» en el sentido en el que decimos que en tal país hay menos libertad de en otros, lo cual es perfectamente compatible con el determinismo). El «compatibilismo» más «profundo» es el que pretende afirmar que, a pesar de que el mundo sea determinista, la «fuente última» de nuestras decisiones es el propio yo (tesis, por cierto, que en mi opinión no tiene ni pies ni cabeza).
      .
      Por cierto, muy buena la entrada. Sobre las moscas, el primero que creo que lo estudió fue Martin Heisenberg, en los 70 (hijo del famoso físico).
      .
      Sobre el tema daré precisamente una charla el próximo lunes en los cursos de verano de la Universidad de Ronda. Mañana saldrá en mi blog la presentación. También podéis ver estas entradas

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  3. Armando dice:

    Dice el filósofo Daniel C Denett que «tenemos todas las variedades de libre albedrío que merece la pena tener. Tenemos el poder de vetar nuestros impulsos y luego vetar nuestros vetos». Efectivamente, tenemos el poder de vetar nuestras necesidades o impulsos, pero eso no demuestra el libre albedrío. Por ejemplo, si cancelo mi cita con la novia, ¿es porque decidí libremente hacerlo o porque otro deseo o impulso más fuerte, digamos el futbol, me jala hacia distinto lugar? Pienso que lo del libre albedrío da para mucha discusión. Felicidades por tu blog, es la primera vez que lo visito

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  4. pepe dice:

    ¿es decir que nuestro cerebro es independiente de nosotros?…nosotros no decidimos, lo hace nuestro cerbro, entonces ¿es realmente nuestro cerebro o nosotros le pertenecemos a el?…quien rige entonces a nuestro cerebro ¿Dios, un extraterrestre, el efecto del inconciente?… lo interesante del libre albedrío o libre decición es que aun cuando paresca que no decidimos nosotros, si estamos decidiendo, quien dice que no podemos influir en nuestras deciciones inconcientes… si gustan participar en un blog que trata este tema, la direccion es pepeesqueda.blogspot.com, no tiene fines de lucro solo de investigación.

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  5. Yo creo que nuestro cerebro es algo asi como una gran computadora que segun se va presentando cualquier situacion,a partir de la informacion (experiencias) adquiridas con el tiempo,procesa rapidamente una respuesta que cree adecuada para cada caso y despues de que la hallamos ejecutado nos crea una falsa sensacion de haber sido nosotros (nuestra consciencia)los que decidimos.Solo hay que pensar en cualquier accion cotidiana que realizamos,como tener una conversacion,andar,conducir….acciones demasiado rapidas como para que nosotros conscientemente estemos buscando entre nuestros recuerdos las cosas mas acertadas que decir,siempre nos acordamos despues de algo que podiamos haber dicho que hubiera sido mas acertado y si el recuerdo esta ahi ¿por que no nos vino en ese momento?.No somos dueños ni de los pensamientos que tenemos muchas veces.
    Entonces,¿para que sirve la consciencia?.
    En mi opinion nuestra consciencia (algunos diran que nuestra alma)lo que hace es ser como un programador.
    A partir de las experiencias que vamos teniendo,pensamos,imaginamos,reflexionamos y vamos predisponiendo a nuestro cerebro a que cuando llegue el momento de realizar cierta accion,como en el caso de la conversacion en que despues se nos ocurrio algo que podiamos haber dicho que era mas acertado,predisponemos al cerebro para que en la proxima vez que se de la misma situacion si que haga ese comentario ingenioso que se nos paso la primera vez.Es decir que nuestra consciencia lo que hace es crear nuevos programas o patrones,para que el cerebro los ejecute llegado el momento.

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  6. Sylvia Rubianogroot dice:

    Excelente artículo.Estaba equivocada con el concepto de libre albedrío refiriéndome solo a que eramos libres los seres humanos de Escoger» uno u otro camino.Me gustan mucho estos temas e informarme acerca de elos

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  7. miquel dice:

    Los experimentos de Libet y otros demuestran que existe una actividad inconsciente cerebral previa a la consciencia de la decisión, lo que implica que la sensación de voluntad es consecuencia y no causa de la actividad cerebral Por tanto, las decisiones de la mente reflejan deseos, determinados por las circunstancias del organismo (cerebro +cuerpo)
    La cita de Spinoza me parece la mejor aproximación al asunto
    «No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito.»

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  8. miquel dice:

    dejo más comentarios en este sitio:
    http://memoriasdesoledad.blogspot.com/

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  9. laverdad dice:

    Si todos supieramos que NO somos libres entonces sí haríamos barbaridades con la escusa: ‘no soy libre’ ‘no existo como persona sólo soy una ilusión’ etc…
    por otro lado la diferencia temporal en toma de decisión y consciencia de la toma de decisión es en experimentos REPETITIVOS, nada que ver con grandes decisiones.
    estoy de acuerdo en que el comportamiento humano es altamente predecible en muchos casos, lo que implica que pensamos casi como animales, instintivamente y demás, si bien la libertad aparece en el momento en que puedo cuestionar mis acciones, ponerlas en duda y por tanto pararlas, modificarlas, anularlas por completo (aunque cueste)… somos libres? un rotundo sí!!! (conste que no soy religioso ni nada), prueba de ello es que en la antigua Grecia nacieron los mejores ejemplos de humanos capaces de poner en duda TODO. la pregunta, preguntarse POR QUÉ?, es exigir razones al cerebro y poner en duda las propias acciones. Por cierto, a día de hoy tenemos la mecánica cuántica así que razonamientos deterministas no tienen sentido.
    Saludos, gran artículo de todas formas.

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  10. Hugo dice:

    Todo esta relacionado desde que naces, te van programando nuestros padres, a partir de eso surgen nuestras desiciones, el libre albeldrio vendria de lo que esta programado en nuestra mente.

    Saludos GDL

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  11. Abén dice:

    Abén C.F:

    Las palabras son limitadas para describir con absoluta exactitud cualquier cosa, situación, sentimiento, etc. Pero tomemos la palabra » libre » como algo desprovisto de cualquier condicionamiento. ¿ existirá algo así ?- Entonces no existe nada » libre «. Pero si queremos aceptar el término » libre» como verdaderamente libre veremos que aun así no existe tal libertad de decisión por las limitantes de la propia naturaleza. Ejm: Yo decido realizar un salto de 10 metros de altura desde mis propios pies. ¿ lo realiizo ? Por supuesto que no. Pero si decido intentarlo eso si lo puesdo hacer. Claro como un orate perdido. Ahora si se quiere podríamos acordar que existe el albedrio- Mas no libre-

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  12. Jordi Plà dice:

    Creo que el problema está planteado desde una base errónea. el tema no es si existe el libre albedrío, sino sus límites y cómo y en que condiciones estos pueden cambiar, El libre albedrío, creo yo, está función del autoconocimiento y de hasta que punto sea cada uno «dueño de si mismo». Obviamente, siempre hay unos límites: somos lo que somos, y la biología condiciona, pero la autentica libertad es precisamente ser eso, uno mismo.

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  13. lugama dice:

    Dice Aristoteles que la felicidad es algo así como una costumbre, un forma de vivir. Pues bien, la libertad humana también sería consecuencia de costumbres y hábitos que hemos adquirido conscientemente, de una forma de vivir, en definitiva la consecuencia de un largo aprendizaje, de una autoconstrucción de nuestra personalidad a lo largo de la vida, de forma que los impulsos meramente biológicos fueran controlados por el yo, para que las acciones que realizamos fueran compatibles con nuestra valoración ética y moral. Para ello desde luego es necesario partir del axioma de la existencia del libre albedrío, independientemente de su indemostrabilidad. No importa tanto si es una ilusión o no. Si fuera sería una ilusión necesaria.

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  14. Alfredo Montaño dice:

    El libre arbitrio o albedrio ha sido definido como la absoluta libertad de decir o hacer todo lo que el hombre quiera, o sea, la plena facultad e actuar o no, que en la realidad no existe. La absoluta libertad o libre arbitrio es solo una ilusión. En concepto de muchos autores solo existe la total libertad en la cabeza de los hombres; mas si no puede ser manifestada (transmitida) no deja de constituir puro subjetivismo (voluntarismo). La libertad total, individual y colectiva, no es más que un mito, alrededor del cual se desenvuelven una serie de teorias y prejuicios. Así como no existe la total y absoluta libertad, también no existe la la absoluta sumisión y dependencia. Ambas situaciones son estados ligados que interactuan en la medida que una afecta a la otra.
    La libertad de los indivíduos, de las organizaciones o de los paíseses es simplemente derivada de ciertas capacidades, fundamentalmente de la económica, de cada uno de ellos. Es muy conocida la frase «libres como los pájaros», nada más falso que eso, ¿quien vió unpajarillo de la mazonía en la cordillera de los Andes, o o un cóndor cerca de Manaus? nadie más preso que ellos; todos vivimos detrás de cárceles, aunque invisibles son tales. Obviamente el hombre es más libre que los animales. Sin embargo es más valiosa la libertad de las organizaciones que la de los indivíduos; a pesar de ser nuestra mayor aspiración, el libre arbitrio no existe.
    «La libertad Sancho, es el más preciado de los dones………», evidentemente es posible hasta dar la vida por la libertad, pero….

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  15. josep pons dice:

    Nuestra valoración ética y filosófica, nuestras creencias, deben ser congruente y coherente con nuestras acciones, o mejor con la libertad de la toma de decisiones.
    Si la libertad de una mujer musulmana a no llevar velo entra en contradicción con su posibilidad de tomar esta decisión, entonces entra la falta de libertad o libre albedrío.
    La libertad nace de lo que hayamos aprendido como verdadero.
    La libertad o apariencia de libertad, que viene a ser lo mismo, ya que el hombre vive de lo que experimenta no de lo que podría ser. Llega cuando hay una coherencia entre lo que hemos aprendido, subconciente, y lo que queremos realizar, conciente.
    Cuando alguien cree que lo que hace es correcto, aunque sea incorrecto, entonces llega la libertad, o mejor el sentimiento de libertad.
    Cuando lo que nos han dicho (creencias subconcientes) entra en contradicción con lo que reflexionamos como auténtico (nuevos paradigmas mentales desarrollados en nuestro conciente por un ejercicio de libertad), entonces debemos hacer un ajuste. Siempre que este ajuste sea posible. De lo contrario caeremos en un sentimiento de falta de libertad y por lo tanto de felicidad.

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    1. jenny dice:

      La libertad nace de lo que hayamos aprendido como verdadero.

      ese es el mejor ejemplo.

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  16. jenny dice:

    libre alberldrio,,tengo 20 años y esta palabra aparecio en mi vida hace unos meses. no le tome mucho sentido, pero luego de leer un libro que muestra vidas pasadas y futuro mediante un para sicologo..me di cuenta que es mas grande de lo se supone-
    Siempre he dicho que la vida se disfruta, mas cuando son guiados por tu mente y corazon..ojo k estos deben estar unidos para llegar a esa perfeccion- yo vivo el libre albeldrio cada dia…espero tomar las mejores deciciones…para mi la mas dificil es mi vida..jajajja la sencibilidad que tengo no me deja ser quien soy realmente, mis ideas no fluyen, pero se que dios me acompaña y si cada persona tubiera claro este concepto…la bendicion del alma seria infinita.

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  17. kptltruth dice:

    Gracias por este espléndido texto de arriba y sus comentarios.

    Opino que no existe el libre albedrío, sí existe el D.i.o.s. de Hofstadter (D.i.o.s. que Imparte Órdenes al Subsiguiente D.i.o.s que imparte…) La mejor definición de Dios con la que me he encontrado: fractal y asintótico.

    Ah. No estoy siendo libre para escribir este comentario.

    Me da «gustito» hacerlo, y por eso lo hago, pero ¿de dónde viene ese «gustito»? No lo sé.

    Quienes se creen libérrimos tampoco son libres para creerlo, pero esto no importa demasiado.

    Gracias por leerme, perdonadme la verborrea pretenciosa; empero soy de clase social baja, y llevo ropa cutrísima… Os cito un poema de J. L. Borges, al ajedrez:

    __________________________

    Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
    reina, torre directa y peón ladino
    sobre lo negro y blanco del camino
    buscan y libran su batalla armada.

    No saben que la mano señalada
    del jugador gobierna su destino,
    no saben que un rigor adamantino
    sujeta su albedrío y su jornada.

    También el jugador es prisionero
    (la sentencia es de Omar) de otro tablero
    de negras noches y blancos días.

    Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
    ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
    de polvo y tiempo y sueño y agonías?

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  18. kptltruth dice:

    …Caramba, me acabo de dar cuenta de que WordPress no permite editar ni borrar mensajes, o no atino con el camino para ello. Este mío de arriba va a quedar ahí como escrito en mármol ¿Y si yo cambio de opinión y quiero borrarlo, con mi «albedrío» Señor Sabadell, ¿podria usted borrarlo, si yo se lo pido? Gracias.

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  19. El libre albedrío no existe por más que nos ilusione tenerlo. Se puede demostrar por medio de la filosofía, física o psicología. La moral no necesita del libre albedrío, pues sigue siendo útil en el determinismo o el azar (indeterminismo). La discusión se debería centrar en cómo debemos vivir sin libre albedrío, cómo podemos ser felices sin libertad. Todo eso es lo que analizo en mi libro: «Cómo vivir feliz sin libre albedrío» que de momento podéis descargar gratuitamente en http://www.janbover.org.

    El libro analiza todos los aspectos debatidos sobre el libre albedrío y más (con bastantes ideas propias). El libro está dividido en 5 apartados: un Estudio filosófico y un Estudio psicológico que analiza la imposibilidad del libre albedrío analizándolo desde todos los ángulos posibles, un Estudio moral que demuestra que la moralidad no tiene nada que ver con el libre albedrio, y un Estudio estadístico y Estudio práctico que analiza de qué modo podemos actuar sabiendo que no somos libres, y a pesar de todo ser felices.

    Espero que os interese y, si fuera así, que me devolváis algún comentario al finalizarlo.

    Jan Bover
    http://www.janbover.org

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  20. Penrose, el que estudió la física cuántica (quien, bajo mi opinión, es cinco veces mas inteligente que los ateos que están surgiendo ahora…), pensó en una forma de «ACERCARSE, cada vez mas», a la comprensión del «funcionamiento» a nivel de «física», de nuestra consciencia…
    A pesar de ello, NO NIEGA la existencia de algún «misterio», al concluír que, pese a que se ahonde cada vez mas, en el conocimiento de nuevas leyes físicas, que se vayan acercando al «MISTERIO» de la consciencia de todo ser vivo superior, SIEMPRE habrá «algo» que no se logre entender del todo (el ETERNO misterio de la consciencia, lo que aquí servidor trata de entender por «alma», o «espíritu», de cada ser vivo consciente, con «libre albeldrío» a nivel «ESPIRITUAL»…)… Penrose habla del «DIÁLOGO con el teísmo» (NO lo REFUTA).
    Me pregunto, ¿por qué los «neurocientíficos» del siglo XXI os empeñáis en «aniquilar» toda creencia en «algo» espiritual que DE SENTIDO a nuestra vida?. ¿No véis que, a gente como a aquí un servidor, nos están quitando ánimos para seguir esforzándonos por nuestros propósitos?. ¿cómo podéis seguir viviendo con la misma alegría y la misma ilusión, siendo así de ateos?.
    Yo diría, desde un punto de vista «espiritual», la gente que trata de negar nuestro «libre albeldrío» nos «MATA el espíritu». Desde el otro punto de vista (el de las «neurociencias»), podría decir, el creer que mi «yo» tiene un «alma» o «componente espiritual», como que «re-activa mis mecanismos cerebrales de la volición»… Bueno…

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  21. Reblogueó esto en The Dark Side of the Many comentado:
    muy interesante esta onda del libre albedrio, creo que en realidad no lo tenemos, ya que nuestras decisiones se basan en nuestra experiencia, nuestro entorno y la situacion y no lo que en verdad queremos

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  22. Rafael Perez dice:

    Tema muy interesante. Yo pondría el acento del problema en la Personalidad humana, tal y como explico en el siguiente artículo de mi blog http://disfrutamiblogcurioso.blogspot.com.es/2014/10/la-ilusion-de-la-libertad.html

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