El buen ciudadano

Va a empezar un nuevo curso de Educación para la Ciudadanía, una asignatura que provoca ronchones y sarpullidos como sucedió tras la publicación de mi columna titulada “¿Mentes en Blanco?”. Yo solo criticaba la pobreza intelectual de aquellos que afirman que basta una hora a la semana para “lavar” el cerebro de los estudiantes. Una pléyade de cartas llegó a la redacción de MUY INTERESANTE acusando a la revista de anticlerical, prozapateril…

Así que, para divertimento de unos y escándalo de otros, voy a dar mi opinión: lo que traslucen muchos libros de texto es una religión sin dios, salvo aquellos que lo que parecen son cutres libros de autoayuda. ¿Quién demonios puede tragarse frases como “las personas son valiosas en sí mismas, por existir, porque son insustituibles”? Como si fuera valioso el monstruo de Amstetten.

Una fuente de horror fue descubrir en uno de los libros la lección “Qué es un buen ciudadano”. A mi mente vino la máxima de salesianos y maristas de formar “buenos cristianos y honrados ciudadanos”. Véase la diferencia: un buen cristiano es quien se ajusta a la interpretación dada por unos pocos sobre ciertos libros que consideran sagrados. Un honrado ciudadano es otra cosa. Ahora mutamos honrado a buen ciudadano, que es justamente lo que busca cualquier sistema de creencias, donde alguien dicta lo que significa ser bueno. Y lo irónico es que dicen que la asignatura quiere enseñar al alumno a pensar, a discutir las ideas, a reflexionar sobre distintos puntos de vista.

Por cierto, ¿no es ése el objetivo último que persigue la escolarización? La crítica, la discusión libre de ideas, la negación del principio de autoridad per se, propios de la ciencia, están en clara contradicción con libros que deciden lo que es bueno o malo. Porque así mal ciudadano se convierte en sinónimo de mala persona.

Cuestión aparte sería que se enseñasen normas de conducta, de educación, de urbanidad. Vivimos en un tipo de sociedad con unos determinados procederes para convivir. Si usted se va a vivir a Arabia Saudí lo primero que tendrá que aprender son sus normas sociales, como la de no coger nada con la mano izquierda, que le permitirán relacionarse. Que los saudíes crean que fueron dictadas por Dios es harina de otro costal. Lo que han hecho es convertirlas en normas morales: no cumplirlas te convierte en un mal musulmán. Ahora elevamos la bondad social a bondad moral y creamos una religión de nuestras leyes: ya tenemos una nueva Torah.

Dicen que quiere enseñar a los jóvenes respeto, tolerancia, comprensión. ¿No se dan cuenta de lo terrible del planteamiento? Estamos diciendo que somos unos inútiles y unos hipócritas. Necesitamos inventar una asignatura que enseñe a nuestros hijos esos valores porque ni somos capaces de hacerlo ni predicamos con el ejemplo. Si miramos a nuestro alrededor descubrimos que los «mundos de Yupi» que pintan los libros de texto de Educación para la Ciudadanía no son más que eso. ¿Y pretendemos que nuestros hijos nos crean cuando al levantar la mirada del libro ven que su sociedad no es así? El “haz lo que yo te digo y no lo que yo hago” no suele funcionar. De todos modos, ¿para qué esa asignatura si tenemos la de filosofía?

Original publicado en Muy Interesante