Einstein y el barco invisible

Una de las mayores chorrimemeces que de vez en cuando desempolvan los misteriólogos estilo Josep Guijarro, Iker Jiménez o Javier Sierra es el llamado Experimento Filadelfia.
Dicho de forma breve: en el otoño de 1943 la marina norteamericana decidió llevar a cabo un experimento de invisibilidad con el destructor USS Eldridge. La prueba funcionó… parcialmente. No sólo lo consiguieron sino que además fue teletransportado de Filadelfia a Norfolk como si fuera el capitán Kirk de la serie Star Trek. “Beam me up, Scotty”, pero a lo bestia. ¿Efectos secundarios? Horribles: marineros locos, otros fundidos con el barco… El mito ha tenido tanto empaque que hasta se hizo una película.
¿El culpable? Einstein y su teoría del campo unificado. Por explicar un poco. En sus últimos años Einstein se empeñó en encontrar una descripción del electromagnetismo equivalente a lo que había conseguido con la gravedad, hasta el punto de poder describir ambas fuerzas conjuntamente. Fue un empeño ilusorio que ya entonces el resto de los físicos sabían erróneo. El por qué uno de los mayores errores de Einstein, en el que perseveró hasta su muerte, se usa como excusa de un experimento imaginario es algo que se me escapa.

El Experimento Filadelfia es un ejemplo claro de leyenda conspiranoica. La prueba de que sucedió es que no hay la más mínima prueba. El diario de guerra del barco demuestra que estuvo en Nueva York, Long Island, Norfolk, Casablanca… pero nunca en Filadelfia. Quizá por eso fue un éxito el experimento: nadie lo vio porque nunca estuvo. Cuando en 1999 se reunieron en Atlantic City los veteranos del Eldridge, las risas se escucharon en manzanas a la redonda. Ya lo dice Terry Prachett: la verdad está ahí fuera, pero las mentiras están en tu cabeza.