¿Matemáticas? No, gracias

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«Las matemáticas nunca fueron mi fuerte», «no me hables de matemáticas; yo soy de letras». Frases como esas se escuchan todos los días. Es más, a veces podemos escuchar a nuestro interlocutor vanagloriarse de que no tiene ni idea de matemáticas, que a él le basta con sumar y restar. Este comportamiento forma parte de cierta corriente social donde está bien visto declararse analfabeto en cualquier cuestión relacionada con las ciencias. Algo sorprendente, pues a nadie se le ocurriría sentirse orgulloso de no saber quién era Cervantes.

Por desgracia, las consecuencias del anumerismo matemático son graves. La vida cotidiana está repleta de situaciones donde un conocimiento elemental de matemáticas resulta fundamental para tomar una decisión adecuada. Esto es especialmente exagerado en nuestra percepción de la probabilidad. Un ejemplo lo tenemos en la llamada «falacia del jugador». Supongamos que en la ruleta de un casino ha salido seis veces seguidas el color rojo. Los jugadores suelen pensar que en la partida siguiente hay más posibilidades de que salga negro cuando en realidad hay la misma que antes, un 50%.

Esta ceguera ante las probabilidades es aún más marcada cuando queremos analizar situaciones de riesgo. Sabemos distinguir entre lo que no comporta ningún riesgo y lo que sí lo tiene. Sin embargo, somos incapaces de diferenciar entre un acto que tiene, por ejemplo, un 1/10.000 de riesgo de otro con un 1/100. Lo que nos preocupa no es si el riesgo es alto o bajo, sino que existe riesgo. Y aún más grave: mientras desechamos realizar ciertos actos porque comportan riesgo, asumimos otros donde el porcentaje de riesgo es mayor. Un ejemplo está en el caso de los accidentes de avión. Dejando a un lado las fobias, algunas personas no quieren volar por el temor a un accidente. Pero eso no les impide coger el coche cuando la probabilidad de morir en accidente de circulación es mucho mayor. La máxima ironía aparece cuando, para justificarse, dicen eso «bueno, sí, pero si te toca… te toca», como si eso no sucediese con los coches.

Estos ejemplos nos demuestran que el ser humano no sabe estimar probabilidades de manera intuitiva; necesitamos aprender a hacerlo. Nuestro cerebro tiene la manía de hacernos creer que un acontecimiento es muy probable de que ocurra, no basándose en pulcros cálculos probabilísticos, sino por un motivo mucho más mundano: cuanto más fácil nos resulte imaginarlo mentalmente y cuanto más nos impresione emotivamente. Un ejemplo es la tendencia a disminuir la velocidad después de ver un accidente de tráfico. ¿Es que por verlo aumenta la probabilidad de tener uno?

Otro fenómeno relacionado con las matemáticas es el de las guerras de cifras tras una huelga o una contienda. El motivo es que, aunque sospechemos que todos mienten, lo que están haciendo es “anclar” nuestro pensamiento a un número de huelguistas o muertos a un valor más o menos cercano al dado. A nadie e le ocurre pensar que si dicen cien, en realidad el número correcto es cien mil. Finalmente, nuestro juicio se deja influir por lo que nos cuentan aun sabiendo que parte es fruto de la invención.

Imaginemos que a causa de un incremento en el número de revueltas internas y para afianzarse en el poder, el rey de Marruecos invade Ceuta y Melilla. Entonces España declara la guerra a Marruecos, con lo que se convierte en una guerra entre árabes y europeos. Entran en acción Siria e Irán… ¿No es cierto que se trata de un escenario muy lógico y bastante probable? Pues no. Aunque aparentemente así nos lo parezca, nuestro cerebro no sabe que la probabilidad conjunta de que ocurra una serie de sucesos encadenados es siempre menor que la probabilidad del menos probable de sus eslabones.

8 Comentarios Agrega el tuyo

  1. japa dice:

    Si sólo fueran las matemáticas… pero hay un estrato de supuestos intelectuales que parecen disfrutar exhibiendo al mundo su absoluta ignorancia en ciencias de cualquier tipo. Ahí tenemos a la señora Nebreda explicando sin sonrojarse que Darwin no logró demostrar la evolución, y seguramente considerándose ingeniosa y divertida al hacerlo. ¡qué tiempos aquellos en que un presidente de EEUU como T. Roosevelt podía además serr un brillante naturalista o un geógrafo competente!

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  2. El pequeño Richard dice:

    Cualquier tiempo pasado no es mejor. Los políticos son políticos. Además Roosevelt no creía en la teoría de la evolución.

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  3. japa dice:

    Roosevelt escribía en los primeros años del S. XX, cuando el darwinismo estaba todavía en el debate y por ejemplo se discutía aún la validez de la herencia de los caracteres adquiridos, entre otras opciones a la selección natural. Su postura (que no era contra la evolución sino contra el darwinismo) era razonable en su tiempo, pero la de la señora Nebreda en el día de hoy no lo es.

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  4. El pequeño Richard dice:

    No, no, si ni siquiera sé quién es la tal nebreda. Supongo que una política de fuste, o una concejala; si es así, que le vayan dando.

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  5. kabish dice:

    Además Roosevelt es un Nobel de la paz que compite en belicosidad con G.W. Casi no sé si preferir al moderno.

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  6. japa dice:

    Hay que verle con el prisma de su época, en la que la política de las cañoneras estaba ala orden del día y las sociedades occidentales veían la guerra como algo edificante. En su contexto Roosevelt destaca por su apasionamiento, pero no por ser más belicista o intervencionista que otros gobernantes. Y en cuanto a talla intelectual y personal, está a años luz del patético pelele que ocupa hoy su dormitorio.

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  7. El pequeño Richard dice:

    Claro que a todo personaje hay que verlo en su época, ¿sólo tienes ese argumento? Diré que en la vida siempre hay opciones, y más para un niño de papá. Y él optó por lo que optó.
    Además, eso de que era un brillante naturalista es más que dudoso. Se puso en evidencia cuando criticó la obra maestra de Jack London por considerarla poco rigurosa. Los que conocían Alaska, y el tiempo, dieron la razón al genial escritor. ¿Envidia? No lo sé. Pero era un político.
    Adiós.

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  8. lola fuentes dice:

    El tema realmente es apasionante me refiero al Presidente de los Estados Unidos.

    Pero, por favor caballeros, alguno me podría explicar la frase final del artículo.. Aunque (hasta el final), es sobre probabilidad, y por mucho que lo leo, no logro comprerderlo. Muchas gracias.

    No he visto personas vanagloriarse de no saber matemáticas, yo desde luego no, siempre he sentido admiración, aunque en alguna ocasión a un gran amigo, reconocido matemático internacionalmente, le he dicho, «tú no puedes ser normal con tanto número y letra en la cabeza», pero es realmente inteligente y sabe el sentido. Lo que sí he conocido es a muchas personas, no del que hablo, que desprestigian a los de letras, y cuando intentas preguntar o saber algo, te miran por encima del hombro. Doy fe.

    Por cierto mi amigo, es especialista en probabilidad, catedrático de econometría, pero he preferido hacer la pregunta aquí, porque lo veo más oportuno. Y sé que esta bitácora tiene un gran poder informativo, y su propósito es la divulgación científica. Muchas gracias y un saludo. Lola.

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